Monday, December 03, 2018

Balance

Correr una maratón es cosa seria, creo que casi cualquier persona sabe eso.  Y yo hace rato que tengo ganas de correr una, pero por la razón que fuera, hasta ahora lo hice.  Las maratones de Chicago y New York no son nada más de inscribirse, entrenar y mandarse a lo campeón, hay que participar de una rifa, y yo me apunte en esa rifa en el 2016.  Sali favorecido para correr en el 2017, pero por diversas razones no podíamos ir, así que los postpuse para el 2018, la organización da chance de hacerlo, pero claro, los hijueptuas lo hacen a uno pagar doble.

Y así entonces, luego de unos pocos mese de casi no entrenar empecé a ponerle más en enero.  La primer revisión de avance fue en la candelaria, a mediados de febrero, hice 47 min en 10K, no tan mal.  Era importante poco a poco ir midiendo el progreso porque me había puesto la meta de hacer 3 horas 5 minutos en Chicago, que desde que empecé a entrenar, para mí dejó de ser una ciudad, y se convirtió en sinónimo de maratón.  El tiempo puede parecer un poco extraño, pero no es antojadizo, es lo que ocupaba para clasificar a la maratón de Boston (la cual no tiene rifa, sino que hay que clasificar con un tiempo mínimo, como en las olimpiadas, aunque claramente no a ese nivel) mas unos 5 minutos de colchón (porque como el cupo es limitado, de todos los que hicieron el tiempo mínimo llenan los campos con los mejorcitos, y dejan a los más ralos por fuera).


La meta de 3:05 significa correr los 10K en poco menos de 44 min, y en la candelaria hice 47, sonaba a que era alcanzable, aunque ya sabía que era una meta ambiciosa, no es cualquiera el que clasifica a Boston.  Pero me quedaban todavía 8 meses para entrenar, así que a esas alturas podía decir que iba viento en popa.  Sin embargo bastó entrenar un par de semanas más para darme cuenta de dos cosas: primero, que una maratón es cosa seria, pero correr una maratón era mucho más de lo que esperaba, con implicaciones y ramificaciones mucho más allá de lo que inicialmente pensé.  Segundo, que ya estoy roco, y bastante.

De la primera, está lo básico que es entrenar.  Luego lo más obvio, preparar el viaje, conseguir boletos de avión, hospedaje (lo cual implicaba buscar la ruta, el mapa de transporte público de Chicago y pensar en toda la logística del viaje, especialmente del "race day", pero también del resto del paseo, porque íbamos todos y luego de correr nos quedábamos turisteando, tons había mucho que pensar al respecto).

Luego cosas un toque menos obvias de primera entrada, pero que tampoco tardan mucho en ocurrírsele a uno: cómo es el clima de Chicago en esa época? Hay que conseguir ropa para el frío, y monitorear los pronósticos hasta al menos la semana previa a la carrera.  Tenemos que llevar algo en lo que le sea factible a Steph andar jalando unos cuantos chunches ese día, revisar la ruta para establecer dónde vamos a poder vernos.  Habrá algún compa viviendo en Chicago?  Sería un detallazo vernos para hablar paja un rato, probablemente luego de muchos años de no vernos. Entre otros...

Y luego las cosas que nunca me pasaron por la cabeza, hasta que me pasaron, o me contaro para que me preparara.  Las putas uñas de los pies hay que mantenerlas siempre, semana tras semana, al ras, porque basta medio milímetro de uña para que se le arranque a uno luego de un par de horas de correr.  Y claro, yo, como la mayorría de la gente (imagino) me cortaba las uñas de los pies ahí de vez en cuando, crecen muy poco al final de cuentas.  Nunca había tenido problemas y me estremecía sólo de oír cuando alguien me contaba que se le había arrancado una uña en algún tipo de accidente.  Pero cuando llegué al punto en el que todos los fondos eran de un par de horas o más, empecé a tener ese problema.  Y mientras las uña vuelve a crecer se va el problema, pero apenas sale medio milímetro, va de nuevo.  y Así fue como a la brava, luego de varias uñas arrancadas en los pies (sí, ambos), que logré descifrar y aprender que hay que mantener las uñas muy bien cortaditas, ojalá cortarlas el día antes de salir al fondo.

Los fondos son una verga.  Pero no sólo porque son dos horas o más de correr y correr como un imbécil, lo cansado y aburrido que es eso.  Eso es más o menos llevable, lo peor es que yo siempre había estado acostumbrado a salir a correr un rato, tal vez llevar una botella de agua y listo.  Pero un fondo tan largo requiere combustible, más agua, o hidratante, tanto mejor y dónde meto yo refills para la botella de agua o el hidratante?  Y llevar geles o algo para comer, y como por la choza lo único que hay son cuestas, y dos horas de cuestas ya es bastante violento, entonces ir en carro a Lindora que es planito.  Entonces llevar ropa porque en el ride de regreso a la choza me da frío si me vengo con la ropa mojada, entonces llevar ropa.  Los fondos son una verga, porque tienen una logística violenta.

Entrenar entre semana de madrugada, conseguir los geles (que no se pueden comprar por Amazon porque son comida y la comida ocupa permisos especiales para entrar al país); raspones en el pecho cortesía del sensor del Polar (Y de paso entonces, buscar soluciones a eso, desde esparadrapo hasta curas gigantes, las cuales aunque no se quedaban en su lugar todo el tiempo requerido, al menos era suficiente para que el tiempo en que el sensor sí rozaba con la piel, no era suficiente para ocacionarme el raspón de mierda); ponerse algo mal y darse cuenta cuando ya ocasionó algún raspón inesperado; correr a oscuras, bajo la lluvia o con calores infernales por madrugar lo suficiente para salir a tiempo y que lo agarre un día bien soleado, con sol bien picante desde bien temprano; las putas uñas de los pies! (Porque aunque ya había descubierto que era por no tenerlas lo suficientemente cortas, no lo había interiorizado de forma que saliera automático, como parte de la rutina, así que a veces todavía se me olvidaba y va otra uña para el carajo); Las ampollas tan frecuentes que quitarse las medias luego del fondo y ver que no hay sangre es digno de celebración.  Todo se va haciendo más y más pesado conforme avanza el entrenamiento.

De la segunda, de vez en cuando la vida le va recordando a uno que se hace un poco mas viejo, pero al menos a mi entrenar para esta maratón me trajo una buena dosis de ubicatex, pero no en pastilla porque eso es muy arcaico, este venía en forma de parche, que se pega en la frente de un sólo manazo a ver si realmente se despierta y reacciona.

Hace relativamente poco se incluyó la fisioterapia en el deporte, ya no para curar lesiones, sino para prevenirlas.  Pero siempre me había parecido una mamada, los tales masajes de descarga era una vara reservada para los ralitos, esos que piensan que en el deporte no se sufre, o para los que hacen deporte a medias y por moda, y sin saber por qué van a hacerse los masajes de descarga, sólo porque la gente "del team" también lo hace, el entrenador lo recomienda, y porque "qué delicia un masajito".  Pero cuando empecé a sentir que como con hora y media de correr estaba a punto de lesionarme y "por precaución" (aunque también por cansancio de ralito) mejor caminaba un rato (o hasta la casa, lo que llegara antes), fui a fisioterapia pensando que tal vez era una lesión leve.  Nunca había pasado por eso, no sabía qué era. 

Pero cuando fui a fisioterapia el diagnóstico fue claro y no hubo duda al darlo.  "Ocupa un masaje de descarga"... me había convertido en un ralito, ya no puedo nada más entrenar, como siempre había hecho, nunca había ido a fisioterapia más que por una lesión de verdad y de todos modos en muy contadas ocasiones y por lesiones que aunque reales (esguince o also así) eran leves.  Ahora si la "carga" de entrenamiento es suficiente (y no es que llevara un régimen de entrenamiento digno de atleta olímpico, ni cerca) y ocupaba "descargar" el cuerpo (principalmente las piernas, obviamente) con un masajito.  Y bueno, en efecto, sabroso el masajito, pero entonces no es uno, es una vara constante, es una vara frecuente, súmele harina a los gastos que jamás pensé tener que incurrir para ir a Chicago.

Y sirve, ya con eso pude hacer fondos más largos, pero con esos fondos más largos vino otro manazo de ubicatex.  Como a las dos horas se me acaba la energía y aunque no era como que se me apagaban las luces, definitivamente no podía seguir corriendo.  Luego de varias bromas de esas, tuve que incluirme de nuevo en una de esas mamadas modernas del deporte, de las reservadas para los ralitos y los que hacen deporte por moda y se incluyen en la rutina porque la gente del team lo hace:  ir donde una nutricionista.  Y como soy mamón, tenía que buscar una que supiera de deporte, así que luego de investigar un poco, me voy con Adri, la hermana de Varo (que aparte de que la investigué, sé que ha hecho deporte toda su vida, o casi toda, y entiende lo que es entrenar duro, aunque yo no estaba entrenando tan duro, pero la idea era esa).

Luego de contarle yo lo que me pasaba y hacerme unas preguntas me dio un diagnostico preliminar, podía ser un tal "late dumping", que es una vara rara que le da a los gordos que se hacen el bypass gástrico, o pre-diabetes, que con la genética que me tocó, era bastante probable que fuera la segunda, y así lo confirmó el examen de sangre que vino posterior.  Pero lo importante era que al final de cuentas, lo que me recomendó fue agregarle huevo al desayuno de arroz blanco antes de los fondos.

Así se vino la prueba de fuego, no sólo de la nueva estrategia de combustible, sino del entrenamiento, una carrera de 32Km.  Para esta me iba con Steph y Emma, porque siempre me acompañan, y por dicha, porque si no la logística se complica bastante.  Pero mucho más que eso es que, tanto el momento en que se vino la carrera, como la compañía de Steph y Emma fueron justo lo que ocupaba en el momento cuando ya se estaba volviendo demasiado pesado el proceso.  Poder ver en repetidas ocasiones a mis mejores fans no sólo me dio un ánimo que me hizo bajar de mi estimado tiempo de aprox 3h a poco mas de 2:40, sino que también me recordó por qué hago esto, lo mucho que me gusta encontrármelas en media carrera, lo bien que me hace sentir verlas a lo lejos esperando que pase (y eso que muchas veces no logran verme sino hasta que estoy ya casi encima de ellas).

Yo competí en solitario por mucho, mucho tiempo, y casi siempre había algún compa a la orilla haciéndome porras, algunas veces familiares también, y siempre siempre ha sido como una inyección de energía cuando paso por donde están (de hecho, hasta las porras de los desconocidos, que nunca faltan, caen bien y le dan a uno ese impulso extra aunque vaya hecho mierda), pero desde que estoy con Steph sé que siempre tengo comité de apoyo, no sólo para las porras en competencia, sino también para todos los preparativos previos, que todo aquel que haya competido alguna vez sabe que suelen no ser tarea fácil, y desde que Emma tenía unos pocos meses también ha estado presente en la mayoría de mis eventos deportivos.  Y sin afán de menospreciar por supuesto, esas porras que me daban antes, la energía y alegría que me proporcionaban no se comparan con la energía y alegría que me da ahora ver a Steph y  Emma a la orilla de la calle, me recuerdan siempre que ahora no sólo hago deporte porque me gusta, ahora también hago deporte porque me encanta verlas ahí.  Esas porras de los 32K me dieron impulso para seguir entrenando, seguir con el cansancio, las madrugadas y la monotonía.  Ya faltaban pocas semanas y eso hacía que se sintiera como que ya pronto todo iba a valer la pena.

Luego de los 32K, una pequeña molestia, cortesía de 3K cuesta abajo poco antes de terminar la carrera, lo cual no me permitió entrenar bien esa semana, pero mejor eso que terminar de joderme, sin embargo por alguna razón, fue como si se hubiera convertido en catalizador para que el resto de las semanas hasta la maratón no entrenara bien, por diversas razones, desde lesiones hasta actividades familiares que me lo imposibilitaron.

Y con ese cierre en los entrenamientos, sientiendo que me estaba debiendo muchos kilómetros para llegar en óptimas condiciones llegó el momento de irnos para Chicago.  Entre consejos brindados por compas o leídos en internet, planeamiento de cómo llegar a la carrera, de dónde nos íbamos a ver durante la carrera, de qué llevar a la carrera y qué no, de qué llevar a Chicago por si el clima estaba más frío o más caliente y estar preparados, de revisar el clima, todos los días, para ver qué nos tenía preparado la madre natura para la competencia, de ansiedad por dar el paso final de un proceso arduo y cansado.  De investigar que hay por hacer en Chicago, porque luego de la maratón teníamos unos días para ir a pasear.

De los fondos aún sintiendo que habían sido insuficientes, sí logré determinar una cosa.  En general, los programas de entrenamiento para maratón basan buena parte en el ritmo de competencia, porque aunque es un poco contradictorio, parece que la mayoría de la gente se pone una meta del tiempo que va a durar terminando la maratón (me incluyo en ese grupo), sin saber realmente cómo va a ser ese camino, qué tan bien va a fluir ese entrenamiento, qué tan bueno es el programa, en fin, tanto que puede pasar de camino e interferir ese tiempo meta.  Pero desde el día uno, el entrenamiento se basa en que, si vas a tardar X, eso significa que tu ritmo de carrera va a ser Y minutos por km, y por ende en los entrenamientos tiene que llevar un ritmo de Y+ alguna cantidad de segundos.

El problema con eso es que uno en las primeras semanas probablemente no está en condiciones de seguir ese ritmo, de hecho no debería, pues se supone que para eso es el entrenamiento, para subir la condición que tiene uno en el proceso.  En fin, yo me di cuenta en algún momento que lo de clasificar a Boston no iba a pasar, y fui ajustando poco mi meta de tiempo a algo más realista, de acuerdo principalmente lo que podía hacer en los fondos.  Y de ahí saqué que mi ritmo de carrera no iba a ser ninguna cantidad de tiempo por km, sino mantenerme entre 150 y 160 pulsaciones por minuto.  Porque hay muchas variables que afectan la velocidad que puede llevar uno, y a mí lo que más me afecta es la temperatura (completamente impredecible) y el desnivel, aunque ese ya sabía que no debería ser problema, pues Chicago es casi 100% plano.

Y llegó el día D.  Era domingo, el sábado ya habíamos planeado todo lo que podíamos planear Steph y yo.  Dónde nos vamos a poder ver, cómo hacen ellas para llegar, de qué lado van a estar para ir yo de ese lado de la calle, más o menos cuánto tiempo voy a durar en llegar ahí, qué iba a llevar pera ella, para Emma y para mí, en fin, estabamos listos para todo.

El domingo en sí, levantarse bien temprano para desayunar y bañarse.  Ya la ropa estaba lista, la hora a la que tenía que estar listo para irme, cuánto duraba en llegar, en qué parada del metro me tenía que bajar, y tiempo de colchón por si algo salía mal,.  Qué iba a hacer con el sweater impermeable que llevaba para que no me diera frío mientras esperaba la salida (la organización advierte que uno va a pasar aproximadamente una hora haciendo idiota ahí en el corral mientras dan la salida, y una vez dada la salida, mientras llega uno a la línea donde realmente puede empezar a correr).  En la estación ya se notaba el ambiente de maratón, había MUCHA gente claramente inscrita en la maratón, el metro ya venía lleno de corredores, mi plan de bajarme en la estación X lo cambié porque en esa estación NADIE se bajó, y en esas varas hay que seguir al ganado, así que me bajé en la siguente, donde se bajó básicamente todo mundo.

La temperatura un poco baja, especialmente para antes de correr, y para Steph y Emma, que no iban a estar corriendo como yo, para mí en competencia estaba en todas, como a 14C.  Llegar a mi corral de salida fue mucho más rápido de lo que pensé, y al final la espera tampoco fue tan larga, más bien esperé un poco más porque estaba mandándole unos mensajes a Steph, poniendo Strava a grabar, poniendo la música en Spotify, en fin.  Y bueno, a la larga eso fueron como 5 minutos más, de hecho quedé casi solo, y por dicha, luego Steph me contó que pase por donde las vi la primera vez apenas cuando venían llegando, así que si hubiera salido de una, no las veo.

La carrera empezó a fluir bien.  Iba en mis pulsaciones estimadas excepto por unos pocos picos de unos pocos segundos cada uno.  Poco a poco empieza uno a ir con gente que va más o menos al mismo ritmo que uno, y al rato ya algunas caras parecen ser compas de carrera que van con uno.  El tiempo también iba en lo que había estimado (al final de cuentas, mi estimado y meta era tardar 3 horas y media) y me sentía super bien, no iba muy suave, no iba cansado, los geles y el hidratante iban siendo suficientes, me encontraba a Steph y Emma donde lo habíamos planeado y en el tiempo que habíamos planeado, el plan iba saliendo a la perfección.

Para durar 3.5 horas en terminar la maratón, tenía que pasar la media maratón en una hora 45.  Poco antes de eso veía a Steph y Emma por tercera vez, y aunque las vi un poco luego de lo esperado, las vi, las salude y la motivación era insuperable.  Pero fue cuestión de llegar a la marca de la media maratón, y me cayó el piano encima de una forma brutal.  No iba cansado todavía, pero las rodillas me empezaron a doler, las dos, al unísono y un nivel de dolor bastante fuerte de buenas a primeras.

Y empezó la parida.  Bajé un poco el ritmo, pero ya no había vuelta atrás.  Me empezó a pasar un poco de gente, hasta que poco a poco volví a quedar con gente que de nuevo iba más o menos a mi velocidad.  Una de las primeras que noté fue una tal Alison, con una bandera de Inglaterra en el top (en la espalda, porque ya iba más adelante).  Me propuse alcanzarla, y la páse en unos minutos.  Pasados unos kilómetros de sufrimiento por las rodillas, como que se me adormecieron las piernas, de los dedos hasta el muslo.  Y en ese momento pude correr con menos dolor, un poco más tranquilo.  Y sigo dándole, y de pronto Alison de nuevo, y su puta bandera de Inglaterra, en la espalda, me había pasado de nuevo.

La vuelvo a alcanzar, y sigo dándole y la dejo atrás.  Al rato, pasa el adormecimiento de piernas, para darle paso de nuevo al dolor de rodillas, esta vez acompañado de dolor de tobillos (si, ambos igual que las rodillas).  Paré a estirar un par de veces desde que me empezaron los dolores, a ver si con eso me recuperaba un poco, que ya me ha funcionado en otras ocasiones.  Pero esta vez nada funcionaba.  Como por el barrio latino había algún grupo de borrachitos dando birra en vez de hidratante, y por supuesto que no iba a dejar pasar la oportunidad, tal vez era lo que ocupaba, como me pasó en Panamá.  Pero seguía mal, cada vez peor, y cada vez los kilómetros se hacían más y más largos.

Ahí en el barrio latino paré a estirar una tercera vez, pero estirar significaba también enfriarme un poco, porque realmente hace rato que ya no venía poniendo mi capacidad aeróbica a prueba, así que no me estaba sentando bien la estirada, no me aliviaban y me costaba mucho volver a empezar después.  Lo peor fue que cuando terminé de estirar... la carepinga de Alison de nuevo, nombre y bandera, en la espalda por supuesto, me había pasado otra vez, pero ya no estaba en condiciones de darle cacería una vez más, y fue la última vez que la vi.

Habíamos quedado Steph y yo de que las veía de nuevo en el barrio chino, si lograban llegar (por logística, clima, cansancio, etc.), y si no, después de la meta, en el parque, donde había unas baderolas grandes con letras.  De lo que recordaba del mapa, me parecía que ya estaba a punto de llegar a la esquina donde las encontraba, pero nada que parecían, y en eso la ruta dio un giro que no me esperaba.  En eso me di cuenta que no había ni empesado el barrio chino, y la esquina esa estaba saliendo de ahí más bien, así que ni modo, faltaba más rato para encontrarlas, tal vez.  Pero cuando sí llegué a la esquina que era, no estaban, o no las pude ver, en esa zona había mucha gente.

A estas alturas, los hijueputas de la organización de fijo habían perdido la paciencia y de fijo estaban poniendo las marcas de millas y kilómetros donde mejor les parecía, porque cada vez parecían hacerse más y más largos, a excepción de unos dos o tres que sí pasaron más o menos en el tiempo/distancia que me parecía que debía ser.  Y hace rato que ya traía la moral por el suelo, tal vez no tanto por durar más de lo que esperaba, sino porque estaba TAN hecho verga, y me faltaba tanto, que definitivamente ya no quería seguir.  Pero tenía que hacerlo, qué clase de ejemplo le daría a Emma si me retiraba?  A estas alturas de su vida todavía no me es claro qué entiende y qué no.  Tal vez no iba a entender por qué había tenido que retirarme, no sabe lo que es entrenar y prepararse para algo como una maratón (hay adultos que no lo entienden, realmente sería mucho pedirle a Emma con sus tres años y medio).  Pero tal vez ni siquiera iba a entender que tenía que llegar a un lugar en particular para terminar la carrera, tal vez para ella con sólo haberme visto corriendo era suficiente.  Es claro que no entiende a plenitud el concepto de mis competencias, es claro por su comportamiento que todavia no entiende bien por qué están ahí esperando a que yo pase, ni lo que se supone que tiene que hacer cuando lo hago.  En las 20 millas había dicho que no le gustaban los besos mojados que le daba (por el sudor), así que entre las cosas que llevó Steph iba un pañito para limpiarme la cara antes de darle el beso, pero luego ya estando en la maratón, no quiso usar el paño, probablemente no sabremos nunca por qué.

En la última esquina, justo antes de entrar al parque para llegar a la meta, no las vi nunca, porque había mucha gente (en todo, TODO el recorrido había gente, en algunos lugares mucha, en otros lugares unos pocos, pero en todo lado había gente echando porras, dando asistencia extraoficial, con carteles de apoyo, con carteles vacilones, gente sola, gente en grupos grandes, de todo había), pasando esa esquina había un puente, o sea que había que ir cuesta arriba, una cuesta insignificante, pero me fue super dificil subirla.  En este punto todavía iba a tiempo para terminar dentro de mi nuevo tiempo meta: 4 horas.  Pero esos últimos 300-400 metros me tomaron una eternidad, fueron durísimos, y fue probablemente la vez que menos ha significado para mi pasar por la meta y terminar la competencia. Por un lado porque ya se me había apagado el cerebro, por otro porque sólo podía pensar que Steph debía estar preocupada, que ambas debían estar pasando frío porque en algún momento estuvo lloviendo (justo después de la última vez que las vi, y era bastante probable que se hubieran mojado), y porque entonces no quería que fueran a irse a otro lado disque a buscarme, atrasando más el encuentro.

Justo pasando la meta, habrán notado esa especie de cobijas como metálicas que dan, uno las ve en tele cuando pasan el resumen de una maratón.  Yo venía caliente, y siempre me ha parecido que no sirven para un carajo, así que no iba a coger esa vara.  Pero decidí llevarme una, aunque fuera de souvenir.  Por dicha lo hice, porque bastó que pasaran unos minutos para que me diera cuenta que sí sirven, y que me diera cuenta también que en efecto estaba haciendo frío.  Llegué donde tenía que verme con Steph, Ghaudy la esposa de Ciccia, y una compa de Steph, todas esperaban a los esposos que corríamos.  Ciccia y el esposo de la otra mae llegaron antes que yo, aunque Ciccia estaba perdido, lo más seguro era que se hubiera quedado tomando guaro, porque ahí al final estaban dando birra (yo agarré una, claramente no iba a dejar pasar la oportunidad, pero estaba muy fría, no tan buena de sabor, y con el frío que tenía yo mismo, no ocupaba una puta lata fría en mi mano, aparte de que no dejaban salir de cierta zona con la birra, y ocupaba salir para encontrar a Steph, así que se fue la birra al carajo).  Ghaudy y la otra mae ahí andaban, y dijeron que Steph ya casi venía, que estaba haciendo fila en la entrada del parque.

Por ahí me di cuenta que mi teléfono había muerto, y Steph nada que aparecía, así que la compa de Steph me ofreció su teléfono para llamarla.  Ya pude hablar con ella y resulta que no la habían dejado entrar, de tanto chunche que andaba (para ella, para Emma y para mí, aparte del coche porque claramente Emma no iba a guantar tanto rato a pie).  Entre el puto frío que me manejaba que hasta me temblaba la quijada, lo hecho verga que andaba, y que en realidad estaban lejos, terminé encontrándome con Steph y Emma casi una hora después de haber pasado por la meta.  Por dicha nuestros preparativos incluían ropa para cambiarme (gracias al consejo de Adri, porque no estaba en el plan original), y luego de una pequeña merienda, nos fuimos para el apartamento.  Y a descansar mientras nos contábamos todas las peripecias que tuvimos que pasar durante el día.

Los días siguientes a disfrutar de Chicago, pero en actividades y lugares amigables con los niños.  El zoológico, el museo de niños, el parque Maggie Daley, el acuario, visitar a Jesse uno de mis hermanillos de intercambio que ahora vive en las afueras de Chicago y de camino una que otra birra, pero claramente ya nada de cagonas.  Creo que la última cagona fuera del país para mi fue hace años en Los Angeles cuando fui a visitar a Dani y el Boni, que ese finde caía cumpleaños del Boni.  Fuimos a una "pool party" que cualquiera pensaría que está cool, pero se equivoca, es malísima idea, el exceso de alcohol es inevitable y si encima de eso luego de la fiesta tiene que llegar uno al aeropuerto para regresar a Seattle y bretear al día siguiente... en fin, mala idea, malísima, que se pasa de puta madre.

Al final de cuentas hice 4:01:28 según la organización, que no está tan mal, considerando que en el lugar 14788 de aproximadamente 45 mil hijueputas, pero que no deja de ser más de media hora por encima de lo que me había propuesto.

Y el balance?  El balance es entrenar bastante, suficiente, pero tener tiempo para ir a las actividades de familia.  Es hacer los fondos, pero en vez de descansar, ir a las actividades del día del niño en la tarde.  Es tener tiempo para la familia, y tiempo para el deporte porque si alguna me faltara estaría incompleto.  Es sacar las fuerzas para alcanzar a Alison, o quien sea, pero dejarla ir cuando sé que realmente ya no puedo dar más.  Es seguir siendo quien he sido toda mi vida, pero adaptarme para acoger todas las cosas que ahora también soy, porque eso es lo que me hace feliz.

Toca hacer un mejor papel en la próxima maratón, pero por lo pronto me quedo con esas 4 horas.